 
 A mi hijo Nil...
Pequeño futbolista 
ya eras en mi vientre;
y aunque tú no lo recuerdes
ahora…
una y mil veces,
las tremendas pataditas
que me dabas
gritaban sin voz ni llanto,
desde muy adentro:
“aquí vengo y aquí estoy yo”
…mientras yo me preguntaba,
sosteniéndome con fuerza
aquella inmensa panza, 
que de ti aún me separaba,
porqué las noches y los días
junto a tu padre
ya no eran los mundos 
de un sólo mundo
y el no sostenerse la mirada
le iba ganando día tras día
el tiempo a las caricias
y a la esperanza
Por suerte dicen, 
que te pareces mucho a mi,
en casi todo,
y aunque eso no tenga 
demasiada importancia 
y yo no sepa verlo
tan bien como ellos, 
sí ví siempre tus gestos
y como en cada uno 
tratabas de imitarme,
siendo el aprendiz 
más veloz y astuto
de mis pasos
Siempre,
vi en ti: 
al gran maestro,
al niño que siendo 
pura vida,
me enseñaba  la vida a mi
viviéndote tú incansable
en cada uno de los minutos
y siendo el domador 
más fiero 
de mi escasa paciencia
cuando eras solamente,
el pequeño de casi 
tres años
y ya eras el dueño 
de los mil porqués...
Y nunca te bastó  
el “porque sí” 
o el: 
“ahora no es el mejor
momento”
Y así era,
que siempre se hacía preciso
irte relatando la vida a pedacitos,
para que en cada instante de ella,
tu cabecita inquieta
de niño-esponja
se bebiera y aprendiera
sus detalles al milímetro
Y así crecimos los dos,
mano a mano
y paso a paso,
mientras jugábamos 
con el tiempo que teníamos
para estirar más largos los juegos
y cuando llegaba la noche 
y el guardián de los sueños
quería venir a vencernos,
nos inventábamos 
los cuentos prodigiosos
en los que tú eras siempre:
el héroe
y yo la princesa 
de las manos blancas
Y ahora que te me 
vas haciendo mayor,
así tan de repente,
casi sin que pueda darme cuenta
y retenerte siempre
conmigo niño,
me miras 
y me hablas de tu mundo
y de tus proyectos tiernos
de tierna y reciente infancia:
del futbolista en el que tal vez
te convertirás mañana
y así extiendes los brazos 
para expresarlo más grande
y así me dibujas la sonrisa
con tu dicha 
y con el brillo de tu ser
conteniendo al mismo sol
en su interior
Y cuando llegan los días 
más tristes,
aquí en mi llanto
ese en el que tú, 
te bañas sin verlo
ni saberlo con tu risa
…las lágrimas 
se me hacen invisibles
para el mundo
y son solamente 
un pequeño brillo trémulo 
e instantáneo
tras mis ojos, 
y ya no caen, 
  ni buscan su sal,
ni su origen,
solamente 
se quedan 
aquí prendidas 
a la luz 
que por tu luz 
brilla siempre 
en mi mirarte a ti…
Nil, volcán azul de mis dichas 
mayde molina
 
 
 
5 comentarios:
Cuando el hijo crece tan deprisa parece que su vida se nos escapa, se nos va poco a poco, y eso nos angustia. Cuando nos damos cuenta de que ellos son una parte nuestra y que siempre estarán allí, pero debemos aprender a darles su espacio propio, y aprender a crecer con ellos.
Me he sentido muy identificado con tu precioso poema, aunque soy hombre y eso varía algunas cosas, pero en el fondo las emociones son las mismas.
Suerte a Nil en ese difícil proceso que es crecer en este mundo tan ... complejo, y enhorabuena por tener una madre que le escribe esas palabras que derrochan pasión y amor.
besos.
Recién llegada te leo y me empapo de tu amor y de tu ternura, de tus palabras y tus dudas y me gusta tu fotma. Precioso Mayde.
Un besazo.
con razón tantas letras para tu pequeño, es qué es todo un galán de cine.
un abrazo
Precioso Mayde...expresa con alegría todo el amor que sientes por tu hijo...un beso
A quien se quiere mas que aun hijo?
Preciosa dedicación.
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