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Hace años que trabajo como terapeuta, de lunes a viernes, en la una unidad de oncología de uno de los hospitales más grandes de Barcelona.
Cada día unos cuarenta pacientes acuden hasta allí, en mi turno de trabajo, para someterse a un tratamiento con radiaciones ionizantes, que hará que sus cánceres se reduzcan para poder de ese modo operarse, o bien se eliminen porque aún son lo suficientemente pequeños para ello, o acaso se paralicen por un tiempo que nadie nunca sabe, y así poder ganarle horas y un sentirse mejor y con menos síntomas antes de tener que partir hacia el último viaje…
Hace unas semanas que tratamos a Daniela, una chica invidente de 33años.
Los especialistas nos han contado que no tiene muy mal pronóstico, porque ya ha sido operada y sometida a quimioterapia, aunque la gente joven siempre corre mayores riesgos de recaída, ya que sus células tanto las buenas como las malas responden locamente al ritmo de las hormonas, que como ríos de muerte o vida a veces hacen que todo se acelere inevitablemente.
Ahora la radioterapia va incrustando, entre las células más diminutas de las mamas de Daniela, pequeños martillos invisibles que tratan de destruir a golpe de rayo duro cada átomo que no ven nuestros ojos de ese cáncer maldito. De ese cáncer que hoy creo firmemente, que jamás podrá vencerla.
Porque Daniela es vida pura y la vida, sin duda, llama siempre a la vida.
Ella llega cada mañana y desprende ante todos nosotros la luz que no pueden ver sus azules ojos. Siempre alegre, nos da las gracias mil veces por nada que le hagamos, por cualquier pequeño detalle de afecto que le demostremos.
Hoy me ha pedido extender sus manos para palpar lentamente mi cara y así poder saber “cómo soy yo”. Después de palparme ha dicho sonriendo: “lo sabía, eres linda como tu voz”
Creo que ha notado entre sus dedos la humedad de esa lágrima que se deslizaba sin remedio por mi mejilla.
Me ha vuelto a dar las gracias, mientras yo me quedaba allí muda, parada frente a ella.
Daniela es mejicana y está sola en España. Su única compañera es Joy, una preciosa perra guía que la acompaña todos los días y se tumba a esperarla con la carita triste, frente a la puerta cerrada de la sala de tratamiento, hasta que ella sale agarrada de mi brazo, después de la sesión.
Daniela conoce y habla perfectamente 5 lenguas, trabaja de intérprete en una de las universidades de la ciudad, sueña con acabar pronto su tratamiento y también con poder quitarse ese pañuelo azul que cubre su cabeza, porque su cabello empieza a crecer después de haber finalizado todas las quimios que le quedaban pendientes.
Este verano quiere viajar a Méjico para poder pasar las vacaciones junto a su familia y sus amigos de siempre.
Cada mañana, cuando Daniela se marcha sonriendo, me deja el corazón en un puño y me paso parte del día recordando su valor y su fuerza, su rostro rápidamente atento hacia el sonido de la voz humana que le hable en cada momento.
Pero hasta hoy, después de que Daniela recorriera con sus manos los relieves de mi cara, no he empezado a pensar en la escasa importancia que tienen muchas de las cosas que a veces tanto me preocupan.
Como que el amor se haya marchado de mi lado, o que tal vez este año, no tenga dinero suficiente para marcharme cerca del mar de vacaciones, que mi hijo ha suspendido dos asignaturas, o que mi tristeza a veces se vuelva amarilla como el sol de las doce de la mañana y luego por la tarde se desprenda de mí y deje de pertenecerme y mi pequeño mundo vuelva a ser un lugar de tránsito agradable.
Y aunque no siempre sepa lo que quiero, ni lo que busco o lo que mejor me conviene, o ni siquiera hacia donde me dirijo cuando camino… mis ojos pueden ver cada detalle del mundo que Daniela solamente puede tocar con sus manos y escuchar con su afinado oído mientras sonríe radiante y verdadera, como un ángel lleno de esperanza.
Y después de esas reflexiones he cerrado los ojos, he dado gracias al cielo y he soñado que me parecía un poquito a Daniela, al alma azul de Daniela a su alegría, a sus manos blancas.
6 comentarios:
Me has hecho llorar, Mayde.
Debe resultarte duro trabajar en eso con lo sensible que eres.
Acabo de descubrir que además eres fuerte.
Un abrazo ENORME.
A pesar de todo...la vida es bella y hay que estar agradecidos por ello...un beso
http://www.youtube.com/watch?v=vasxWZ88uCs&feature=related
A veces hacen falta conocer en persona a gente como Daniela para darnos cuenta de ciertas cosas y reencuadrar nuestro lugar en el mundo. Sí, llevamos cargas demasiado pesadas a nuestras espaldas, pero la esperanza nos espera y hay que cogerle de las alas y subirse a ella. Daniela es un ejemplo, seguro que tiene unas a las preciosas.
Abrazos, también para Daniela.
Hola Mayde, vagando por éste espacio infinito,encontré tu blog, quizás haya sido el destino, o algún duende de esos que dicen andan por internet,o puede que hoy era el día H, quien sabe, lo cierto es que entré de puntillas y comencé la lectura de tu narración, al principo una historia mas, correcta y bien redactada, pero... a medida que avanzaba el relato, tu sensibilidad iba quedando plasmada en él de tal modo, que se hacía poesía, con una lírica de persona de bien que me ha llegado muy dentro.
Gracias Maide, por regalarnos tan bello relato.
Ya somos más las que lloramos al saber de Daniela.
Una historia triste y tierna, llena de esperanza...
Tus pacientes tienen suerte, dentro de su desdicha, de encontrar personas sensibles como tú en estos momentos difíciles. No ha de ser fácil para tí...
Un beso enorme, Mayde :)*
Querida Laura, la única fuerza está en abrir los ojos y ver y nutrirte de las riquezas del mundo que personas tan preciosas como Daniela te permiten ver. Gracias siempre, por estar aquí, y también por llorar conmigo... Otro abrazo inmenso para ti.
Marita, es bella muy bella y así nos la muestran las personas limpias y verdaderas como esa niña que tengo la suerte de conocer ahora. Gracias por recordarme cómo me gusto esa peli de "la vida es bella". Besosss
Sí Eloy, Daniela tiene unas alas preciosas. Y ella es dulce y es libre y un alma muy hermosa... yo le doy tus abrazos. Gracias amigo.
Conchi, muchas gracias a ti, que entrando aquí como tú dices de puntillas, me regalas esas palabras tan bonitas. Que esta llegada tuya sirva para conocernos mejor y para seguirnos a travé de nuestros mundos de palabras, esas que nos salen solo del alma. Besos, linda.
Querida Teresa, sí lo es fácil mi niña; ellos lo hacen fácil cuando te muestran su mundo abierto y su vida y su dolor. Gracias de nuevo por estar aquí conmigo, un beso muy grande!!
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