sábado, 10 de julio de 2010

Una isla diminuta...


Aquí la gente corre,
nunca para, siempre tiene prisa,
aún cuando a veces no sabe ni siquiera a donde va
(a algún lugar seguramente hay que llegar…)

Aquí la gente se lamenta de todo lo lamentable:
de la crisis, del ruido que hacen los coches por las calles,
del calor insoportable del asfalto
del grado de humedad insostenible de este verano
del precio de la vida
y de la misma vida fustigando

Aquí la gente ya casi no tiene sueños
(y si sueña lo hace en gris 
o en blanco y negro)
y evapora sus horas tan tristemente
sentándose frente a la caja tonta de Pandora
con el ventilador a tope, casi sin ropa
con la desidia amarrada al alma,
sin nostalgia de ayeres
o de esperar ni siquiera que el mañana
les renueve con un poco de viento 
y aire fresco

Aquí la gente tiene que meterse en el metro
y axfisiarse durante veinte minutos
antes de alcanzar el mar
y esa pequeña libertad
que te encuentras
cuando tus pies
se enredan desnudos
con la arena

Y a mi la gente me aturde
me cuentan (sin que lo pida) cada día
sus penas y sus amarres
me llaman idealista o soñadora
sin que les hable yo de mis sueños ni de mis ideales
y luego se van (porque tienen mucha prisa...)
a sus miles de cosas pendientes
y me dejan allí plantada
con esa extraña y tonta mueca
y esa sensación de haber estado
yo también perdiendo el tiempo
escuchando amablemente
las retahílas de su lamentar sin fin.

Aquí la ciudad te oprime y te achica el alma
 sus gentes son casi como idénticos clones,
se visten con las mismas ropas
se alardean y pavonean con los mismos tesoros entre las manos
aunque luego tengan que pagarlos 
a siete años de interés variable…
 Sus sonrisas a veces sólo parecen puras muecas
tratando de acercárseles un poquito a las orejas
mientras en sus ojos asoma fiero y profundo
el gris con que camuflan su aburrimiento.

Y hay días en que ese gris también abruma tanto sobre el cielo
que todo se hace nube gigante que no acaba nunca de llover
Y otros días aunque luzca el sol
la ciudad viene a recordarte más allá de sus calles bonitas
lo sucio de sus tripas y de sus peligros
echándote su mal aliento en cada callejón estrecho
o dándote un sobresalto
 en cada semáforo
que aún estando “en verde”
el primer necio que se lo salte
puede arrollarte, dejándote hecha 
un saco de huesos rotos.

Y yo necesito un mundo donde pisar
 la hierba verde,
de tardes amarillas y color caramelo
de azul de mar alcanzable y cercano
Yo necesito
un encontrar mi calma
y las sonrisas francas cuando cruzo las calles
o voy andando hasta la playa

Yo necesito el sonido del viento
meciéndose y crepitando entre el compás
de las hojas del calendario
el olor a lumbre ardiendo del invierno
el ir y venir de las golondrinas en primavera
el gesto amable en los ojos y las charlas al caer la tarde
sentándome con mi mejor amigo
sin saber lo que es la prisa
a la sombra de un ciruelo
como cuando era niña
y viví en el sur

Y ahora que todos lo saben, que se me nota tanto en la cara
porque que ya no disimulo que aquí me muero,
que yo estoy soñando en colores
 que verdaderamente creo en los ideales
(al margen de todo lo irreal que le convenga al mundo)
Y empiezo a darme cuenta últimamente
que cuando despierto cada mañana
rodeada de balcones con ropa apretujada secándose al sol
 acabo de soñarme una vez más
en un sueño
perfecto y alcanzable:
un sueño dónde se huele intensamente
 a cielo y a mar
a jazmines y a libertades


Viviendo en una isla diminuta…







Una isla verde y pequeñita
con un volcán en el medio
para tener alguna cumbre que escalar…
…Una isla tan pequeña y tan redonda
que no exista esquina ni edificio
ni muchedumbre humana
que pueda ocultarme
el azul infinito
del océano









Never saw blue like that
Shawn colvin

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay veces que es imposible elegir el lugar donde vivir, pero otras muchas, no!!
Sólo hay que tomar la decisión entre... caos o vida???
(y sólo hay una)

Saludos cordiales

Laura Caro Pardo dijo...

Menos mal que eres de aire y que puedes ir donde quieras sólo con un pensamiento.
Un beso.

Paloma Corrales dijo...

Me recordaste la forma de vivir en la ciudad, casi lo tengo olvidado, ahora cuando voy a Madrid, al tercer día quiero comerme el coche con patatas, y la gente y su caras, y sus penas... si supieras cuantas veces he intentado ver una sonrisa entre los transeuntes... qué lástima.

Que no se acaben nunca tus sueños.

Un abrazo enorme.

Jose Zúñiga dijo...

Dejo el mensaje aquí, que es donde he odido: mal asunto. Yo ya cambié el enlace.