Recuerdo nuestro primer viaje al pasado. Habíamos estado muchas horas metidos en la máquina del tiempo.
Al fin habíamos llegado a algún lugar. Algo debía haber fallado en nuestros cálculos, porque no supimos exactamente donde estábamos, cuando vimos todo aquello.
Una exuberante vegetación lo envolvía todo a nuestro alrededor. Inhóspitos senderos se abrían camino entre los árboles, frente a nuestros ojos. Empezamos a caminar, dejando la máquina del tiempo atrás, sumergiéndonos de lleno en las entrañas de aquella jungla maravillosa. Sentíamos un calor sofocante, el grado de humedad era muy elevado y nos traía envuelto en el aire denso, fragancias a flores exóticas y a frutos tropicales.
No llevábamos guía con nosotros, estábamos completamente solos en aquel mundo que se parecía tantísimo a cualquier imagen de la selva amazónica que hubiésemos visto anteriormente en el televisor. Un lugar lleno de cataratas, de agua precipitándose con inmensa fuerza sobre los cristalinos lagos.
Un río muy caudaloso regaba ruidosamente el corazón de aquel paraíso. Era un lugar hermosísimo.
De repente, nos vimos acorralados. Estaba ya oscureciendo, pero aún así pudimos ver sus rostros y aquellas flechas apuntándonos a escasos metros. Levantamos las manos sin atrevernos a mover ni un solo músculo.
Parecía un pueblo primitivo, una civilización extraña o perdida, que vivía en aquel rincón de la jungla, ajeno completamente al mundo.
Dos mil años atrás en los arcanos de la historia del hombre, habíamos encontrado en aquel lugar tan inhóspito como hermoso, a unos humanos menudos que iban semidesnudos y nos miraban con los rostros perplejos, mientras seguían sosteniendo sus arcos alzados frente a nosotros.
Dos de ellos se acercaron sigilosamente. Nos husmearon. Olisquearon nuestras ropas y tocaron extrañados nuestros blancos rostros con la yema de sus dedos.
Empezaron a reírse, mientras nos seguían observando. Todos bajaron entonces los arcos. Debieron decidir que no representábamos ninguna amenaza para ellos, porque nos llevaron a su aldea y nos dieron comida hasta que nos saciamos. Estábamos tan exhaustos que nos quedamos dormidos enseguida.
Convivimos unos días más con ellos, dormimos junto a sus hijos en sel interior de sus endebles cabañas de paja, nos bañamos en los lagos también desnudos, los vimos pintarse el cuerpo con tintes vegetales rojizos para celebrar danzando frente a una hoguera, algo que nosotros no llegamos a comprender del todo. Aún así dejamos que nos pintaran la piel y contemplamos en silencio su rito.
Aprendimos mucho en aquel viaje al pasado. Nos había hecho más livianos.
Allí no existían agendas, ni asuntos pendientes que ir tachando en una lista interminable a lo largo del día. Las horas transcurrían simplemente, entre la frondosidad de aquel mundo sin prisas. Aún así vimos que era una época de lucha, de instintos de supervivencia; trabajando de sol a sol las tierras, cultivando los frutos, las plantas medicinales, viajando por el río en aquellas sencillas canoas, en busca de un nuevo horizonte.
Llegaba el momento de partir. Así que tras despedirnos de ellos, subimos de nuevo a nuestra máquina del tiempo y en un corto viaje de retorno llegamos otra vez hasta el presente.
Nuestro artilugio del tiempo había sido solamente un pequeño aeroplano, que nos había transportado de un salto a la prehistoria, en un vuelo que habíamos tomado en Ecuador y que por un mal cálculo nos había hecho aterrizar muy cerca del corazón de la selva amazónica brasileña.
Aquellos hombres menudos, vivieron en nuestra memoria durante muchísimo tiempo. Aún así seguimos, sin darnos apenas cuenta, anotando nuestras vidas en una agenda, mientras ellos debían seguir allí , perdidos en el tiempo… construyendo con sus pequeñas manos, la historia de la humanidad.
Lucíabluesindreams
http://www.historiadelahumanidad.com/2008_05_01_archive.html
2 comentarios:
qué bueno sería para nosotros, "los civilizados", pasar por esta máquina del tiempo de vez en cuando para humanizarnos un poco...
Siento una envidia muy, muy sana al leerte Mayde... la fluidez de transmitir tus vivencias... me entran ganas de intentar escribir...
Un beso de domingo :)*
Sí, querida... a veces es triste este mundo de civilizados, que no nos deja apenas tiempo de vivir con sencillez y sin prisas.
Escribe,hazlo...Te va a dar muchas satisfacciones, aunque tú también expresas mucha sensisibilidad, con ese don que tienes para reflejar la vida con tu cámara. Míra, si te apetece, el enlace que hay en la página de "aula de escritores", es un sitio encantandor que está en Gracia, ahí empecé yo, hacen miles de cursos de escritura.
Besos y feliz semana.
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