A mi abuela María, y a todos los que saben soñar que vuelan…
Aquella tarde David estaba muy triste. Tenía la cara empapada y los ojos enrojecidos de tanto llorar por la abuela.
Yo tenía nueve años y ya no lloraba, porque ella me había pedido que no llorásemos demasiado. Bueno, en realidad si lloré un buen rato pero me sequé las lágrimas antes de ir a buscarlo a él para arrancarlo de las faldas de nuestra madre.
_ ¡Vamos a jugar a volar!_ le dije a mi hermano
_¡Pero yo no quiero jugar a volar!. Yo quiero jugar a pistoleros…
_No, a mi no me gusta jugar a eso. Yo quiero volar, como la abuela.
_ ¡Pero yo no quiero volar, que me caigo!
_ No te caes, en realidad solamente sueñas que estás volando y entonces es como si volaras de verdad.
_ ¡Pero yo no tengo alas y sí que me voy a caer!!
_Sí tienes, lo que pasa es que no las ves. Ayer me lo dijo la abuela; que cuando juegas a que vuelas, sueñas que vuelas y entonces tienes alas y ya no te caes nunca.
_ ¿Estás segura?
_ Claro, justo ayer ella lo dijo antes de irse al cielo y darme un beso. Ella se puso a jugar a que se dormía para empezar a volar. Después se quedó dormida de mentira como la bella durmiente, pero todos han pensado que ella está dormida para siempre.
_ ¿Y no está dormida para siempre?
_ ¡No! Está despierta, lo que pasa es que se ha ido a vivir al cielo. Se puso a soñar que volaba muy alto y se fue al cielo. Se ha quedado allí a volar siempre, porque aquí le dolían mucho los huesos. Eso me dijo ayer, antes de marcharse y que por las noches iba a dormir junto a los ángeles. Por eso no he llorado como mami, porque sé que ella está en el cielo y que está muy contenta de estar allí.
_ ¿Y allí ya no le duelen los huesos?
_ No, porque allí el cuerpo no pesa nada. Es como los globos de la feria cuando vuelan, que no pesan. Pero nosotros sólo jugaremos “a volar” un ratito y luego vendremos a cenar para que mami no se enfade y no esté triste.
_ ¿Por que aun no nos duelen los huesos como a la abuela?_ me pregunto con la carita sorprendida
_Claro, por eso _ le respondí yo
Aquella tarde estuvimos “volando” todo el tiempo por la casa: del patio al salón, de la cocina al cuarto y del cuarto a la luna. Cuando se hizo de noche
estábamos exhaustos y no habíamos llorado nada, nada, porque la abuela no quería que lo hiciésemos y además jugar a volar era muy divertido.
Así que a partir de aquel día, cada tarde que estábamos aburridos jugamos a volar y no lo pasábamos en grande. Claro que David siempre llevaba enfundada la pistola y a veces la sacaba para pegar algún tiro contra el viento…
Al cabo de unos meses, una tarde en la playa, mi hermano vino con una caracola muy grande entre las manos corriendo hacia a mí y me dijo sonriendo:
_ ¡Mira, tata! El mar también sueña que vuela cuando está dormido que vuela y se mete dentro de las caracolas y suena como el viento_ se estaba poniendo la caracola en el oído.
_ ¡Sí!_ le dije yo_ El mar también sueña que vuela, por eso siempre está azul como el cielo y suena como el viento rugiendo dentro de las caracolas.
3 comentarios:
Que hermoso es tener un ángel guardián que nos haga creer que todo es posible! Tu cuento, Mayde regala ternura, sueños y amor; me ha encantado, niña de aire, no dejes de volar y de soñar.
Un abrazo fuerte.
Leo
¿Se sueña volando o se vuela soñando? Con esta duda existencial me quedé.
Bs
Si te duermes en un avión, sueñas volando, si estas en tierra, sueñas que vuelas. La diferencia, es que la primera puede ser real, y la segunda... sólo un sueño José.
Un biquiño muy grande Maite y gracias por tus sueños. Yo lo hago de vez en cuando: sueno que voy volando en un avión, mientras duermo :)
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