viernes, 11 de febrero de 2011

Como todo a veces se me hace sueño...






Como todo a veces se me hace sueño, yo te digo que esto nuestro no. Esto nuestro, no es sólo sueño. Ni siquiera es simplemente un cuento de amor. 
Es una voz. Una voz que está viva y ardiente, que sigue dentro de mí, que me habla con tu acento y que me dice: estoy aquí, tómame, soy yo...
Y te tomo y ya puedo empezar a dormirme serena, mientras tu voz  se acerca o se aleja, o se me pierde en el aire y ya en mi sueño más profundo, a veces, empieza mi viaje a otro lugar. Allí dónde veo esas cosas que después no sé cómo explicar, que no sé ni siquiera que nombre ponerles. 

Así como tú, una vez también me contaste que a ti te sucedía y me dijiste, que cuando me pasara eso me mirara las manos, porque de ese modo podría saber si todo era auténtico, si estaba en ese mundo extraño de verdad, o sólo era un invento de mi mente o de mi sueño.  
Entonces, cuando estoy allí, miro mis manos; las veo blancas, sin líneas en las palmas y eso casi siempre, me asusta demasiado  y quiero regresar. Me despierto, abro los ojos, deambulo a oscuras por la casa, trato de hallar tu voz de nuevo en el silencio, y si no la siento, te llamo y hablamos de cualquier vanalidad.  

Sé que tal vez sea verdad que duermo poco, pero por ahora es más que suficiente, porque ya dormí mucho de niña y aunque digan que no, yo sé que el sueño se acumula, lo mismo que las hojas del otoño sobre el suelo, haciéndolo más fértil. Por eso, mi suelo y mis cimientos están llenos de sueño antiguo.
Recuerdo perfectamente; cuando estaba en verano en casa de mi abuela, y entonces ella venía y me llenaba de besos tratando de despertarme, mientras decía: “Venga ya dormilona, levántate... que son casi las 12 de la mañana”.  
Pero ahora, cuando es medio día, ya llevo muchas horas despierta. Trabajo más de lo que quisiera, estudio todo eso que tú sabes que me inquieta. Trato de buscar un hueco  para escribirte, y la mayor parte del tiempo, pienso: a quien si no es a ti,  puedo contarle todo esto...
Porque ya nadie me comprende, ya nadie quiere creerme, cuando les digo que tú no eres de sueño, que tú sí existes y que vendrás, porque estás en mí desde siempre y ahora más que nunca, eres la voz que me acompaña.
Y ya no quiero que digan mis amigos, que parece mentira que yo no tenga ojeras con lo poco que duermo, o que me luzca la piel bonita y el humor alegre, aunque alguna vez bostece, de tan harta que me tienen de escuchar continuamente la misma retahíla.
Pero es que amor, yo no quiero que se me duerma la vida mientras sueño, yo no quiero que se me duerma tu voz en esos silencios tan largos donde la noche nos separa.
Por eso duermo justo las horas necesarias, para que descanse el cuerpo y no se duerma demasiado mi vida, porque ya dormí mucho de niña y sé que volveré a hacerlo, cuando estés aquí conmigo.
Como la primera vez en New York City, que llegábamos casi siempre tarde a los museos, de tan profundo que nos dormíamos, después de hacer el amor, otra vez, de madrugada.
Como la primera vez de dejar que sí, que la vida nos soñara hasta las tantas, por habernos rendido ya a todo, al amarnos de aquella manera.
Y luego frente al museo, ¿lo recuerdas?  nos hacíamos esas fotos, como con pose de chulitos delante de la puerta, para que quedase constancia de que habíamos estado allí, de que al menos habíamos llegado hasta la puerta.
Para que mis amigos me creyeran y supieran que todo era de verdad.
Para que yo nunca olvidara, que todo sigue siendo de verdad y que tu voz aún me vive dentro.
"mujer de aire”

2 comentarios:

josé ángel dijo...

Claro el amor siempre, esos amores que perduran...lo hacen porque fueron intensos, vividos, con sello de identidad permanente.
Y claro que son reales, como el brillo de tus manos cuando escribes estas letras, como lo son los recuerdos, como lo son los besos de los que en alguna ocasión hemos quedado presos, sin apelación posible...sin tregua en el pensamiento.

Siempre el amor y el cariño, los motores de este complejo mundo.

Felicidades por tus revelaciones,
que son realmente sentidas, gracias por compartir tanto de tí misma.

Un fuerte abrazo...

(PD: Hoy, yo la tuve entre mis brazos...es tan real como la huella que ha quedado en mis manos)

Laura Caro Pardo dijo...

Aquí estoy, hermana, para prestarte mi hombro o donarte mis manos.
Yo no sólo te creo; yo creo en ti y en tus sueños.
Un abrazo muy grande, Mayde.