sábado, 11 de octubre de 2014

Somos...


Somos mejores que los sueños que no hacemos...
Mejores que la risa del espejo, que el renglón nunca escrito por si vuelve la lágrima...
Mejores que el perdón o el olvido, o que el crujido del pecho en noches como pueblos donde la soledad se ancla y puede prometernos un consuelo.
Somos, mejor que los momentos que ya nos hemos dado. Mejor que los silencios, mejor que el "entre líneas" y la ausencia.
Mejor que la impaciencia y cualquier otro *Remedio que pueda inventar para ella.

Somos, como un compendio de cráteres abiertos a placer de uno mismo. Como la cognitiva piel de los sentidos, o el saberse en el aullido noctámbulo del manso territorio lobo adentro...
Somos todo aquello tan cierto que no decimos, que no desentramamos, que escondemos del sol o del viento, o de nosotros mismos, por temor a no gustar en lo que somos. 
Somos tan infinitos como rasos, tan absolutos como riesgo, tan pequeños poemas como inmensos versos que se incendian, somos.

Somos hijos del viento y la ciudad dormida, del ungüento en la boca y en la herida. 
Somos, hebras cohibiendo la emergencia y somos, tal vez aún sin saberlo, la misma profecía en piel de la ternura prometida.
Somos la libertad nunca escrita por mano de la escriba que escancia sus temores llana y solamente en el aire.

Somos pequeños prodigiosos, con dedos corazón y ojos de fuego hambriento.  
Somos calidoscópicos colores sin fronteras, y el alma en una hoguera, y el sueño colgando en los balcones.

Somos como el rojo secreto de la noche, que se teje en la espera del beso aún no dado.  Somos: el amor no derramado, por miedo a que no sea cierto y sincero, o a que sea tan amor que nos derrame...
Somos una voz o un sonido, una altitud o un declive, un mar en tempestad por lo vivido y el sonido del Hang en el latido.
Tic-tac, me pido licencia para amar, tic-tac...
Somos soledades que se abrigan, distancias que se miran de cerca y de lejos, manos que se contagian la brisa y la espera. 
Somos la balanza, la fuerza, la frontera, la paz y la tormenta, la sed y el agua. 
Somos semáforos en ascua, canción para guitarra en vena, oquedades hambrientas de avena y licores de amantes.
Somos benditos corazones cobardes, tan locos de amarre, tan imposibles de atar a lo que todo el mundo ata... 

Somos tantas cosas que nos prohibimos, tanta sobriedad guardando incendios y tanto apego al tiemblo y tanta sed de vuelo, tanta...

Somos la austera nostalgia del niño eterno dentro, la bien verdad del recuerdo llevando una vez más la frente hacia el cansancio.

El caballo "del vale" y "me resisto" o "me arriesgo y avanzo"

Somos y sin saber bien lo que somos; caminamos, vivimos, latimos. Nos hemos confrontado sin apenas rozarnos. Y nos hemos besado con los ojos, pero nunca con los labios.

Somos, sólo somos o seremos...
Esto que ahora escribo y todo lo que deseemos.

"mujer de aire"


1 comentario:

Rafael dijo...

Lo importante es ese "ser" y no dejar nunca de "ser..."
Un abrazo.