martes, 28 de diciembre de 2010

Primeras palabras... (Sabana y Jean, Relato 2)


"Sirena y ormas" de Felix Mas




Primeras palabras (Sabana y Jean, relato 2)


Sus ojos me leían, sus manos me leían, su boca era lenguaje sin palabras. Ningún libro en su casa, una cama con dosel, qué cosas en estos tiempos, olor a incienso flotando en el aire de aquella estancia. 
Mi sueño; a carne y beso, a piel desnuda palpitando entre sus brazos. Sus manos tibias, templando las caricias, el baile de las velas, el mundo fuera y él en mí. Su boca abierta, ningún  verso aún escrito, ninguna promesa que cumplir o que romper, solamente: primeras palabras.
Su aliento perdido tras mi nuca, su voz diciéndome un “te quiero” sin temblor…
_No me digas eso, Jean.

De nuevo se giraba sobre mí, quedando su rostro frente al mío, sus ojos mirándome por dentro, viajando más allá de mis pupilas, sus dedos dibujando el contorno de mis labios, su otra mano abierta; como un nido de ave blanca, reteniendo mi pecho.

_¿Porqué no quieres, que te diga lo que siento?
_No quiero que me digas lo que sientes, quiero me lo enseñes, que me lo des y que yo pueda creerlo todo, sin más palabras. Porque sabes que todo el mundo usa siempre las mismas palabras y luego no son tan de verdad.  

Se le dibujaba una nueva sonrisa más tierna y más abierta, más pícara, de repente; empezó de nuevo a empujarme con aquella suavidad, su mano debajo de mi cuello, sosteniéndolo también entre sus labios.
Callando, gimiendo, suspirando. Respirando sobre mi piel y yo volvía a sentir el choque y la delicia de su pecho, su corazón gigante y sin domar, su voluntad, tratando vanamente de dilatar el tiempo en mi interior. 
El peso de su cuerpo haciéndose liviano sobre mi vientre, su pulso acelerado, su ritmo junto al mío, creciendo impetuoso, sus ojos entre abiertos, el eco del gemido y yo queriendo llevarlo al mismo cielo o paraíso que estaba tejiendo tan adentro, justo un instante antes de perder en mí toda la calma, de creer sentir las olas y el vuelco del océano creciendo y habitándome.
Cerraba los ojos, mis manos soltaban el dosel de aquella cama para aferrarse con fuerza a sus escápulas, el rojo de los tules se había desvanecido,  estaba flotando sobre nosotros, mis piernas temblorosas debajo de sus muslos, y otra vez , sentí que había abierto mi ser a la sabana de su amor desnudo...
Sentí el latido de la selva, el fluido de la selva, el río blanco y cálido de la selva y no podía dejar de contraerlo para que siguiese corriendo libre, en mí.

“Volaba yo tan alto y tan lejano, que era como si ya me hubiese desprendido de mi propia piel mil veces.
Entonces era él; mordiéndome despacio aquel último suspiro entre los labios, haciéndome bajar del aire, volviendo a susurrarme otro “te quiero” sin temblor, mientras yo abría los ojos tan, tan, tan despacio... 
Y regresaba... a su mundo de beso, a su mundo de fuego, de agua y balbuceo, de primeras palabras, de amor desnudo y  vértigo en la sangre...
De amor de piel con piel, dejando mudo cualquier otro lenguaje.”

3 comentarios:

Laura Caro Pardo dijo...

Qué bonito es el amor.hecho palabras... en el horizonte rumbo, en el proceso y en la culminación. Qué chula la canción también
Mil besos, preciosa.

Pedro F. Báez dijo...

El amor y su clímax de "río blanco" indetenible. Hermoso, latente y azaroso, como el amor mismo. Besos para ti, Mayde. Una joya tu escrito.

josé ángel dijo...

Precioso Mayde, una caricia escrita con palabras.