martes, 26 de agosto de 2014

Tengo una soledad tan hilvanada (a Mario Benedetti, por tanto...)




Tengo una soledad tan hilvanada... 
Una soledad de vértices y cofres, de sueños y mandalas. 
Una soledad que a veces me recoge y otras me resbala de los brazos por las noches y dice ser auténtica, apátrida, endiablada.
Es esa soledad que vuelca de un jirón de ala quebrada. 
Una soledad de riesgos y desiertos, de ritos y nevadas.
Luzco una soledad tan licenciada, que no sabe admitir que es poca cosa, y viste su tristeza en labios firmes, en pechos como cumbres, en sueños descastados.
Al fin y al cabo, así se me entretiene; se calza y se va por las mañanas y no vuelve a mi encuentro hasta la noche avanzada. 
Entonces yo le hablo de mis vértigos, de tu risa y mi sueño, de mi niña quebrada. Y ella, comete la torpeza de golpearme en la cara. Me dice que tú, tal vez, no me quieras, ¡qué te olvide y me vaya!, ¡Qué juntas somos libres y juntas somos varias! 
Y yo le pido que no insista, qué me deja tranquila, ¡qué se vaya a otra casa!

Tengo una soledad, ¿qué sabes...? Me sobrevuela en el aire como una diosa blanca, y alguna vez me pide que la ampare, que no le ponga nombre, que no le busque un hombre, que no la amarre a nada...

Tengo una soledad que es una dama blanca, de alma tan finísima que atrapa. Es esa soledad de ciudades cohibidas y tristezas ancladas, de ventanas a viento y ventanas a lágrima. 
Pero esa misma soledad se gira y es tan puta, tan libida y liviana;  que a veces me sorprende desnuda en otro cuerpo, y a veces me contempla vencida en otra cama... Pero tampoco es mi espejo y ni siquiera me ama.
Y yo huyo de ella desalmada, de todas sus patrañas,de sus tantas pisadas... 
De todos los cobardes que me hirieron, de todos los don juanes que cazan soledades.

Tengo una soledad, como una noche esférica, que a veces me ha llevado a un concierto de verbos contra llamas, de lágrimas y aciertos, de muertes mal domadas. Entonces la cojo y la reescribo y firme la señalo con la cara mojada. La enfrento llena de arena y verbo, y llena de arena la vuelco en mi nostalgia. Esa, que está dentro del verso, esa tan soledad, que va a la entraña.
Le grito, que yo tengo mis sueños y ella me responde despiadada; que soñar tiene un precio muy alto y se paga al despertar cada mañana.

Tengo una soledad dentro de otra soledad, de otra soledad, de otra soledad... 
Esa que emerge desde adentro y ha escrito mil poemas y diez veces te amo. Esa que vivo con mis muertos y aparto con mis manos.

Tengo una soledad tan invisible... 
Cuando sonrío y me contagio del vértice del labio subiendo hacia las sienes. 
Entonces ella ¡corre, corre, corre....!
Me huye como loba solitaria, para que yo no la culpe, para que yo...
No le aplauda.





4 comentarios:

Rafael dijo...

Muchos conocemos esa soledad que cita tu protagonista y nos hacemos, a la vez, coopartícipes de ella.
Preciosas letras que espero escuchar en voz próximamente.
Un abrazo.

Nur Costa dijo...

Hermoso Mayde!
Me gusta la intensidad con la que escribes. Tengo curiosidad por seguir leyendo más y más cositas tuyas... voy a perderme un rato por tu blog ;)
Espero que hayas tenido un buen regreso hacia casa, un abrazo!

Nur Costa dijo...
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Nur Costa dijo...
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